tiempo de Escafandra + LIBRO: Poéticas de lo viviente, Matías Ayala Munita (Met. Pesados)

Tiempo de Escafandra

Escafandra de La Chapelle, 1775 (wikipedia)

Scaphe + Andros (barca + hombre) componen en griego la palabra escafandra (skfandra), es el barco del hombre, que Jean Baptiste de la Chapelle convierte en una especie de traje de corcho que permitía a los soldados flotar y cruzar cursos de agua y que nombra como scaphandre, en 1775, la palabra pasó rápidamente al castellano como “escafandra”.

Escafandra de Da Vinci (Wikipedia)

Aunque hay un diseño conectado a un respirador mecánico en Leonardo da Vinci y un traje de buzo diseñado por Diego de Ufano en 1613 con el objetivo de recuperar los cargamentos de los galeones hundidos.  Todo en esta palabra evoca aventuras en aguas profundas, abisales, románticas, límites, en lugares con nombres como “Sebastopol” que te llevan “¡al fondo de lo ignoto para encontrar lo nuevo!” (Citando a Baudelaire), porque “The sea has too many voices” (T.S. Elliot)

Escafandra 1858

La escafandra permite sumergirse en la aventura sobreviviendo a los factores ambientales. Supone descubrirnos como criaturas biológicamente limitadas, necesitadas de estructuras que nos permitan sobrevivir, o también aproximarnos a las cosas sin tocarlas, respirando un aire renovado que permite descomprimir nuestras cabezas, mantener cierta lucidez, mirar y conocer. Hay una enorme evolución de la escafandra. La antigua escafandra de corcho o la muy pesada escafandra de bronce, deja paso a una sofisticada estructura que permite mayor movilidad y respiración, una estructura mas liviana y versátil, a medida que nuestra necesidad de respirar se dificulta en la vida cotidiana producto de pandemias, numeros y amenazas latentes e invisibles.

Escafandra es también una palabra favorita dicha en un jardín digno del «Apocalipsis doméstico» de Gonzalo Millán, una tarde de primavera.

 

Escafandra quirúrgica

Es tiempo de escafandra. En la incertidumbre prolongada el asunto central es respirar. Respirar sin tocar la piel del otro, respirar sin compartir el aire que respiramos, respirar con dificultad, la mascarilla cubre nuestra boca, nos calla, limita nuestra expresión, nos dice que debemos enmudecer.  Es tiempo de escafandra, que libera el rostro en vez de ocultarlo.

Escafandra es el primer poemario de Matías Ayala en 1998, un libro fino, auto editado con delicadeza. Veintidós años después, llegó a mis manos “Poéticas de lo viviente, lo animal y lo impersonal”, del mismo autor, editado por Metales Pesados, un libro que recomiendo para esta cuarentena. La introducción me gustó mucho, sentí que aprendía sobre temas desconocidos para mí, y es dónde el autor en mi opinión más se expresa y refleja su formación como filósofo, me llevó más allá de la literatura, así como el texto “Animales, personas, autómatas y espectros en America Latina” que permiten entender las escrituras contemporáneas. Pero hay un capitulo que en el momento en que lo leí me llamó particularmente la atención “Poéticas del morir y la violencia”, por el momento en que nos encontramos.

“Las enfermedades bacterianas o virales suelen remitir a un imaginario en donde la salud originaria es atacada por un elemento intruso. Por esto, no se suele hablar de una enfermedad como algo propio sino como algo ajeno y pasajero, un invasor o un huésped (Sontag 66) frente al cual hay que defenderse inmunitariamente (…) La indecibilidad del origen espacial de la enfermedad, si viene de adentro o de afuera, toma la figura conceptual de la autoinmunidad (…)La amenaza proviene de adentro, por lo que, el sujeto se encuentra bajo una lógica contradictoria de la deconstrucción como autodestrucción.

(…)

“Una vez que se diagnostica la enfermedad terminal se debe entrar en la lógica de la protección inmunitaria y llevarla al extremo. Por esto, el cuidado del cuerpo se identifica con su protección y aislamiento. Vigilancia corporal, ingesta de medicamentos e higiene se juntan al aislamiento y miedo al contagio de enfermedades. La práctica inmunitaria protege al ser viviente, pero al hacerlo debe limitar su extensión, su desarrollo y sus interacciones sociales.

Si la comunidad, para Esposito, se articula en lo común (de la donación recíproca de la vida, por ejemplo, y la deuda mutua que todos nos tenemos) la inmunidad es la reacción de un organismo (un cuerpo o un sujeto) para separarse y defenderse de lo común que amenaza su propia identidad, que lo puede absorber, contagiar o robar (Bios 81-3). La noción de inmunidad permite la singularidad dentro de la vida en común: la noción de persona se basa en esa individuación.”[1]

Quiero dejarlo hasta aquí, este capítulo, revisando los registros del morir en Santa Cruz, Millán y Lihn, hace una revisión casi exacta de las sensaciones que inundan el momento que vivimos, o al menos cómo las siento en buena medida. Las librerías online funcionan, este libro es una buenísima manera de aprovechar este tiempo.

Poeticas De Lo Viviente, Lo Animal Y Lo Impersonal
Ayala Matias (2020)
METALES PESADOS
11,900

Puedes comprarlo aquí:

CHILE:

Metales Pesados, 11.900 pesos

Antartica Libros: 12330 pesos

ESPAÑA:

Casa del Libro 10,99 euros

 

 

[1] Lo común no sólo es el espacio en que los cuerpos se mueven y lo que acontece entre los cuerpos. Además, lo común puede entenderse como todo aquello que no puede ser apropiado (Laval y Dardot 271) o como aquella paradójica donación recíproca entre los seres vivos que deja en deuda pero que no alcanza a formar nada positivo en común y de la que hay que separarse a través de la inmunidad. Por ejemplo, lo común podría ser aquél ámbito de lo viviente en su radical multiplicidad: animales, plantas, hongos y bacterias en sus múltiples relaciones materiales, energéticas e informativas. Lo común podrían ser aquellos seres vivientes, es así lo que suplementa el espacio más allá de su condición de mercancía o propiedad.

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